julio 22, 2013

Laura Marling
Once I Was A Eagle

Discos como éste son prueba fehaciente que el espíritu de la canadiense Joni Mitchell aún puede continuar sin problema y si debía tener una sucesora en el siglo veintiuno, nadie mejor que la inglesa Laura Marling, ex integrante de la agrupación Noah and the Whale y una de las cantautoras más intensas e interesantes de la actualidad. A sus escasos veintitrés años, esta joven compositora, cantante y guitarrista no ha dejado de sorprender con cada uno de sus álbumes, de los que Once I Was an Eagle es el cuarto en línea. Intima, provocativa, intensa, sensual, la música de Marling resulta perfecta para su voz cálida e intencionada que en este álbum se ve enmarcada por una instrumentación sobria y austera, extraordinariamente fina y sutil, en la que su guitarra acústica de cuerdas metálicas brilla como un elemento extra (hay claros ecos del Jimmy Page de Led Zeppelin III y del David Gilmour de Meddle). Marling es una especie de alma vieja y sabia, lo cual se refleja en las letras de sus canciones, en las que reivindica su feminidad (que no su feminismo) de manera desafiante, sarcástica, hasta cruel (“Cuando estuvimos enamorados, [si es que lo estuvimos] / Yo era un águila / y tú eras una paloma”) y reivindicativa (“No seré una víctima del romance / No seré una víctima de las circunstancias"). Sabe ser deliciosamente despectiva cuando canta: “Al demonio todos aquellos que nunca pierden el control / y que jamás pisan afuera de la línea marcada” y filosamente filosófica cuando apunta: “Qué cruel fui contigo / Te hice cosas crueles / Qué cruel eres conmigo / Qué cruel puede ser el tiempo”. Incluso hay una divertida referencia a Bob Dylan, cuando en “Master Hunter” dice: “Si quieres una mujer que siga tu nombre / no soy yo, nene”.

Son dieciséis los temas, prácticamente hilados, que van dando forma al álbum, mientras las canciones van creciendo en su fuerza interior. Difícil privilegiar alguna de ellas. Todas son perfectas y se trenzan como un todo. Un disco para almas etéreas y espectrales...pero con un fuerte caparazón.

julio 11, 2013

MF Grimm 
The Hunt For The Gingerbread Man

Crear un álbum concepto tiende siempre a ser una apuesta que corre muchos riesgos, ya sea por la inconsistencia o por la redundancia de la temática a tratar. El disco concepto en el rap es una formula que prueba con la capacidad creativa para la coherencia de un trama, es aquí donde el rapper demuestra si puede mantener su storytelling o de plano divaga/redunda. ¿Una alegoría de la parafernalia de drogas y la vida callejera que requiere a una galleta antropomórfica para ser el protagonista principal de una historia de decadencia urbana es una idea buena para presentar? El neoyorkino MF Grimm ha tenido la característica de escribir raps oscuros y consistentes y para su tercer disco, The Hunt For The Gingerbread Man, ‎no hace ninguna excepción ni sacrificio de su estilo sombrío, narrando las aventuras de Gingy (un hustler de jengibre que requiere de cinco temas para presentarse) en el mundo de Candyland, aunque la verdadera epopeya de Gingy surge cuando asesina a The Fox (un pandillero que fue atrapado) y se escapa de la cárcel. Debido a este asesinato, Gingy se convierte un fugitivo, y entonces da paso a los soliloquios que lo acompañan en su escape ("Earth", "Fame", "See No Evil, "Gangsta Pastries") y por supuesto, en el sexo ("My House"). Como se puede observar el concepto del álbum resulta una idea bastante trillada y obvia; el avatar no representa mucho sino el filtro de como su creador proyecta sus fantasías de vivir una vida desenfrenada. La capacidad lirica de Grimm bien pudo ser aprovechada para traer un cuento de hadas gangsta al menos mejor planeado y con un mejor desarrollo, en cambio, desaprovecha su propia creatividad tirando por la borda su estatus como una leyenda subterránea del rap. Por otra parte no se puede decir que todo sea malo y todo este perdido; los beats no serán los mejores pero trabajan, también hay temas rescatables como la introspección contemplativa de "Earth" y el remix "Head In The Clouds" que cierra el disco. Lamentablemente The Hunt For The Gingerbread Man es una historia de candy raps que no pudo sustentar su conceptualismo, que se vuelve vagamente temático, los versos son ingeniosos pero repetitivos, la producción es anémica y a veces plana. Un álbum que trató de dar una visión de la realidad pero que terminó en puros clichés pueriles, de por si, inertes en el hip-hop.

julio 02, 2013


Eleanor Friedberger
Last Summer

Después de ocho discos grabados con The Fiery Furnaces, al lado de su hermano Matthew, Eleanor Friedberger sacó su primer álbum como solista con espléndidos resultados. Con "Last Summer", esta peculiar cantante y compositora ha conseguido producir una obra que guarda más diferencias que similitudes con los trabajos discográficos de The Fiery Furnaces. Nos encontramos frente a un larga duración impecable, con temas de gran pureza musical. Estilísticamente, se trata de un rock pop con reminiscencias de los años sesenta, pero que también nos hace recordar a la new wave de los setenta o hasta a los grandes discos de Fleetwood Mac ( “I Won't Fall Apart on You Tonight” es un perfecto ejemplo de ello). No hay desperdicio alguno. Todas las canciones poseen una gran calidad y en su mayor parte tienen referencias –algunas claras, otras discretas (y muy amorosas)– a la ciudad de Nueva York. Ahí están la cuasi folk “Scenes from Bensonhurt” con su melancólica tonada y la magnífica “My Mistakes” con que abre el disco. También destacan maravillas como la majestuosa “Inn of the Seven Ray”, la beatlesca “Heaven”, la funky “Roosevelt Island”, la intensa “Glitter Gold Year”, la muy tierna “One-Month Marathon”, la exultante “Owl’s Head Park” y la cálida “Early Earthquake”.Piano, bajo y percusión dominan la instrumentación del álbum, mientras que las letras poseen una gran fuerza crítica. Last Summer es intimista y a la vez luminoso. Nos hace cómplices de su autora. Su arte nos envuelve desde el primer acorde y nos lleva por parajes amables y soleados, aunque también lluviosos y tristes. Friedberger fue tan sabia que supo dar a su música un cariz pop que ayuda a aligerar la carga, sin caer jamás en lo complaciente. Este cariz está dado por su capacidad para crear melodías entrañables y ganchos musicales que se quedan en la memoria. Eleanor Friedberger ha debutado como solista con prometedora fortuna en este disco espléndido y, sobra decirlo, absolutamente recomendable.